Repetidamente usted al igual que yo debe haberse topado con la experiencia de encontrar profesionales, directivos o emprendedores cuyas acciones permanentes muestran que muy poco o nada disfrutan su trabajo, personas que lejos de inspirar, faltando a la máxima de cuidar su imagen como “oro en paño” emiten respuestas incapaces de satisfacer una demanda o una expectativa laboral, haciendo gala de mala educación, desatenciones, falta de interés o respeto por el tiempo y las necesidades de sus colegas, clientes o proveedores.
Y esta como una conducta repetitiva que se presenta en decenas de sitios públicos y privados lleva a hacernos a muchos de nosotros la pregunta: ¿Quiénes trabajan en estos sitios en verdad tienen vocación por lo que hacen? La respuesta es simplemente “No”, no la tienen.
Vocación proviene del verbo latino “Vocare” que significa “Ser llamado por dios” o “Inspiración para adoptar una forma de vida” Como tal, dicha definición guarda una acepción divina y espiritual, donde quien es llamado no únicamente contempla su actividad profesional como una actividad económica o material, si no como un elemento de entrega suprema, capaz de troquelar el ser y el estilo de vida de manera significativa.
Así, este sentido vocacional empeñado en nuestra actividad laboral y profesional debería verse reflejado en cada uno de los actos que realizamos cotidianamente, dejándonos ello expresar esta divinidad en cada elemento con el cual nuestro trabajo tiene relación.
Pero ¿Por qué una persona con vocación disfruta lo que hace y se convierte en un profesional con un potencial mucho más amplio para conseguir el éxito que aquellos que no la tienen?
La respuesta a esta pregunta tiene además de un elemento divino, implicaciones neurológicas, emocionales y cognitivas que en confluencia nos permiten explicar el valor de encontrar la propia vocación
A nivel neurológico sabemos gracias a los estudios hechos desde los años 70 del siglo pasado por autores como Daniel Carr, Roger Guillemin y Floyd Bloom, que cuando la persona se inserta a una serie de actividades con las que se identifica plenamente, el sistema nervioso libera una serie de sustancias químicas llamadas endorfinas, que permiten a la persona experimentar un enorme placer y elevar el nivel de rendimiento físico durante la ejecución de una tarea.
Esto se ve reforzado a nivel cognitivo por las investigaciones hechas por Csikszentmihaly, investigador de origen Suizo y quien dedico cerca de 20 años a identificar lo que él llamó la experiencia de flujo (con lo cual más tarde publicó el libro “Flow: Psicología de la Felicidad”) en los cuales pudo demostrar que cuando una persona encuentra el punto donde convergen sus intereses personales más profundos, con una actividad profesional elegida a conciencia, no únicamente el sujeto involucrado disfruta a plenitud la actividad a realizar, si no que a nivel de pensamiento, cada uno de sus recursos y potencialidades mentales alcanzan su máximo nivel de expresión y desempeño al encontrar un engranaje exacto entre estímulos y respuestas, permitiéndole al sujeto dejar fluir sus ideas y talentos como si se tratara de un río.
Otras investigaciones afirman además, que las personas que experimentan una marcada comunión vocacional con su trabajo o actividad laboral, se enferman menos, economizan energía, son más felices, reducen su tasa de mortalidad hasta en un 40% y viven en promedio 10 años más que aquello que no disfrutan su trabajo, en el cual dicho sea de paso pasamos más de un tercio de nuestras vidas. Esto hace pensar entonces que encontrar nuestra vocación en nuestra profesión vale la pena.
Por ello debemos entender que la construcción de nuevas realidades a través de un proyecto personal o empresarial debe alimentarse desde la vocación y no únicamente desde una visión económica. Muchas veces equivocamos el camino y pensamos en solo aquello que nos da dinero o en aquello que en mayor medida podría contribuir a un proyecto económico personal, pero la experiencia y la gran cantidad de investigaciones en el área suelen demostrar que cuando separamos estas elecciones del elemento vocacional sucede siempre una de 2 cosas: La primera es que, aunque podamos encontrar cierto éxito económico en lo que hacemos, jamás seremos completamente felices con ello, lo que más tarde nos llevará al vacío existencial y a la falta de sentido personal y profesional. Y la segunda más fatal todavía, es que como consecuencia de esta insatisfacción emprendedora, encontraremos solo un camino de frustraciones repetitivas que nos hará claudicar más tarde o más temprano a lo largo del proceso de construcción de nuestro proyecto personal o profesional, terminado de igual forma insatisfechos.
Por ende la gran tarea y el gran desafío que debemos de saber identificar antes de elegir en que emprender o antes de comprometernos profesionalmente con un proyecto, es el llamado personal y profesional que la vocación nos hace, con lo cual estaremos más cerca de darle sentido a la misión verdadera que toda empresa tiene: La de aportar valor a los demás y la de generar riqueza.
En este sentido ¿Cuál es tu vocación personal, profesional o de emprendurismo?
¿Has encontrado ya el punto medio donde convergen tu vocación con tu profesión?
¿Qué opinas tú?
Escríbeme, como siempre, me dará mucho gusto leer tu comentario.