Séneca decía “No hay viento favorable para aquel barco que no sabe a dónde va”, y a menos que seamos alcohólicos o depresivos (quienes tienen el reto de vivir al día bajo la premisa “solo por hoy”), todos absolutamente tenemos la imperativa obligación de poseer un plan estratégico de vida que determine clara y específicamente hacia donde habremos de ir.
Y cuando me refiero a ser especifico y claro lo digo literalmente, no en un sentido figurado, ya que tradicionalmente como una obligación declarativa cada uno de nosotros ha aprendido a responder a la pregunta ¿Cuál es tu meta en la vida? Con algo como “Quisiera tener una buena vida y triunfar en lo que me proponga” o Ser feliz con lo que haga…”, manifestaciones ambiguas, carentes de un sentido de compromiso y ausentes del poder psicológico para movilizar nuestros recursos personales.
Por lo tanto, el saber definir un objetivo de vida no es una tarea sencilla, es un deber que lleva tiempo y que debe trabajarse de manera profunda bajo un estado de coherencia entre el sentir, pensar, decir y hacer. Siendo congruente además con nuestras expectativas y nuestros valores personales a largo plazo.
Para ello debemos responder concretamente a las preguntas ¿Qué es exactamente lo que quiero en esta esfera de mi vida? ¿Cómo lo quiero? ¿Cuándo lo quiero? Y lo más importante ¿Qué he de aprender y qué he de hacer concretamente para que esto suceda?
Siendo en todo caso realistas, ambiciosos, flexibles y sensatos.
A nivel psicológico es la claridad de la respuesta a estas preguntas la que nos permite pasar del plan a la acción y de la acción al compromiso, facilitando con ello la toma de decisiones sabias y altamente significativas, capaces de alinear todos nuestros esfuerzos y recursos personales con el fin último que nos hayamos propuesto.
Es cierto que en la vida real, difícilmente encontraremos caminos rectos y ausentes de escollos y obstáculos que vencer, sin embargo, caminar por la vida bajo un sentido de dirección nos permitirá distraernos menos, administrarnos más y saber identificar las oportunidades cuando estas aparezcan.
Adjunto a nuestros objetivos, la estrategia es algo que debemos de considerar, ya que mientas el objetivo determina el rumbo, la estrategia define los elementos que habremos de considerar para transitar por nuestro camino. Sin estrategia no hay objetivo, solo propósitos.
La estrategia al igual que el objetivo debe ser especifica, debe permitirnos con claridad identificar cada uno de las pasos que habremos de dar, en qué momento y bajo que consideraciones.
Es entonces importante en cuanto antes definir un plan que defina los objetivos y una metodología estricta de cómo habremos de caminar en la vida y que aspectos debemos de considerar para alcanzar lo señalado. Y tu ¿Ya tienes tu plan? ¿Has definido ya claramente tus objetivos de vida en cada área? ¿Sabes que hacer en cada paso durante el recorrido para la consecución de tu objetivo final?
Compárteme tus respuestas, como siempre me dará mucho gusto leerlas y estar en interacción contigo.
Victor G. López. Coach Ejecutivo Profesional, Master en Dirección de Recursos Humanos.